Los perros ladran…
Y con ellos, nuestros pensamientos, se desbordan y se
transcriben algunos en los teléfonos, en los teclados, otros tantos se dicen… y
la gran mayoría, permanecen con gritos ahogados al interior de nuestras almas.
Ella se desviste sin pudor y algunos de nosotros lamentamos
no haber estado ahí antes, las tantas veces que lo ha hecho… no haber observado
su sensual oscurecer en pleno apogeo de Tikal, de Tulum, de Teotihuacán...
Los perros ladran…
Y con ellos nuestra angustia porque este momento de paz
interior es esporádico, solo eso. Flotamos inertes en el universo a través de
una mirada, y aterrizamos aún desfallecidos después del recorrido.
Ella se oculta por fin entre las sábanas, saborea nuestra
entrega y la duplica a cambio. Aquí está por una noche y no por fácil…
Está por
una noche porque si estuviera más, jamás volveríamos a andar…
Porque cuando se va, cuando se fue, los perros dejaron de
ladrar.