miércoles, 17 de diciembre de 2008

Quiero

¿Y qué hago? Dímelo si me enamoras tan pronto tus labios se separan, me enamoras con tu aliento y tu mirada… tu recuerdo y mi deseo. Dime que hago con la amistad y las vivencias, ¿dónde las tiro, dónde las quemo? No quiero que me acompañen…


Iracundo  balbuceo y me voy, dejándola en la puerta, desesperado por subir y entrar en la fortaleza que me resguarda, abrazar aquella almohada que algún día adoptó su figura, la figura de quien detrás de mi cuestionaba.

“¿Por qué no antes, por qué así?, ¿por qué, por qué y por qué?”, ¿acaso no hay otra pregunta?, ¿no alcanza el momento para replantear dudas y acertar? Pronunciar todo lo que quiero escuchar y no lo que todos sabemos, escucharé.

Quiero oírte decir que lo sientes, que no hay un vínculo cualquiera, que te desvives por vivir ese respiro compartido, ese aliento dual que nos une en el beso que jamás y siempre imaginé. Quiero desearte más que cualquier día cualquiera…

Que esos abrazos no sean ensayados saludos, que esos te quiero no sean protocolarios y mejor aún, que sentirte en mi piel no sea una alucinante creación… quiero sentirte en mi piel.

 

¿Y qué hago? Si ya estás besándome y lo que pensé de nada sirvió, si en realidad reaccionaste a mis sueños y anhelos y son tus labios los que ahora siento, ¿qué hago si ya al tenerte… tengo todo lo que quiero?



De noche de tintos.

martes, 16 de diciembre de 2008

No conoces...


Andando va el viejo, recordando vaya, sus viejos andares… platica a su nieto enseñanzas de la vida, desde las escuchadas hasta las propias… del obrar bien al no confiar en nadie; lo cierto en las palabras del viejo es detectado por los nuevos oídos de este planeta, solo lo cierto y así resultará más sencillo… la certeza de no conocer a nadie, de sorprenderte diariamente, de esperar lo inesperado… lo sé, lo cierto a veces es lo mencionado.

El viejo sigue su andar, el niño se detiene cansado de certezas… ahora quiere escuchar los maizales rozarse, quiere sentir el golpe del contaminante ruido, quiere apuñalarse con mentiras. Viaja en su mente a la metrópoli y descubre… descubre que por más andar que logre, por más calles que cruce… una tras otra, las mentiras se transforman en aquellas certezas que el viejo tiró al viento.

No cabe duda, el viejo tenía razón, no conoces a nadie.


De noche de tintos.