lunes, 26 de mayo de 2008

La Estación

Viajo, pero lamentablemente lo hago con un rumbo que recorre en un sentido la larga línea en contra de aquellos que también viajan, pero hacia ese lugar de donde yo partiré… ¿Por qué lamentable? Porque los sentidos simples, los rumbos fijos y los destinos ya predichos son planos, normales, vaya, monótonos.
Todo comienza aquí, el lugar donde se reúnen aquellos que salen, los que llegan y los que solamente vienen. Donde huele a comida y se escuchan voces que no logran completar una conversación sin ser interrumpidas por otras voces, por lo menos no en mi oído. Donde los locales no se rentan en su totalidad ni las líneas llenan sus autobuses.
Las artesanías no se actualizan, el melate advierte la misma cantidad y un globo de cumpleaños reposa flotante en el techo, pronto bajará. Aquí parten y aterrizan sueños, se rompen corazones y poco tiempo después se vuelven a unir; lágrimas y risas danzan sin cesar en los alrededores, se puede sentir.
El uniformado suda y sufre en los andenes; aquella mujer con mandil ya no sirve con la misma eficacia que hace unos años; sin embargo, el recién enlistado en la nómina de la lujosa línea de autobuses sonríe a cualquiera arribe a su módulo, se entusiasma al vender una plaza más para aquél monótono emprender de algún fortuito que apenas alcanzó la salida de las 4.
Yo no corrí con la misma suerte, me siento y escucho… niños jugando, precios en negociación por los cocos bien tallados pero mal coloreados que ofrecen a mi lado. Todo lo que se respira antes de esa línea a seguir, todo parece ser mágico, lleno de vida y de tristeza a la vez, de orgullo y de cansancio.
Pero la magia se agota cuando abordo… desde cuándo nos limitamos solo a los destinos escritos, desde cuándo los nombres de las ciudades han secuestrado nuestra libertad, han amurallado nuestro recorrido y lo limitan a seguir ese asfalto, muy bien colocado, bastante útil para comunicarnos pero bastante inútil para liberarnos.
Placentero sería pues, acceder a donde nuestros sueños nos transporten, hacia donde el olfato nos diga que es nuestro destino, donde nuestro corazón lata más fuerte, ahí; ahí sería nuestro frecuente visitar, nuestro hotel de lujo, nuestros pies nuestro autobús y nuestra alma el dinero que cubra aquel transporte.Pero todo lo dejamos antes, lo tiramos al pasar por aquella puerta no muy bien custodiada, lo derrochamos en ese mostrador y lo abandonamos en aquél globo. Es por eso que la magia, la magia se queda solo en la estación.

1 comentario:

Victor Hugo Bo dijo...

Son del corazón, del alma que a veces es dinero, a veces sueños, a veces decretos y a veces desesperanza... Son del corazón y de tu boca, de tus pensamientos.

Eres un alma vieja de esas que somos pocas en este tercer hermoso y agonizante planeta... Y es que solo cuando son del corazón y del alma, son de verdad... tus palabras.

Tu hermano para el resto de las vidas que nos queden.

Vick.